Ya en Tokyo, no tardé mucho tiempo en localizar el hostal donde pasaría la primera noche: el Khaosan Tokyo Samurai, en el barrio de Asakusa, un espacio de trato encantador, barato y bien comunicado para turistas y mochileros de todas partes del mundo (recomendado!!).
Decidí pasar la mañana por Asakusa y dirigirme hacia el Templo Senso-ji, el mas sagrado y espectacular de Tokyo, y a su vez el mas visitado. Fue aquí donde me llevé el primer «shock» cultural. Atravesé la gran Puerta Kaminarimon (a tope de gente) como pude para así recorrer Nakamise-Dori, una larga calle minada de tiendas y productos tradicionales, tardé unos 15 minutos para llegar a la puerta Hozo-mon, que es la entrada del templo, la Pagoda, el Pabellón principal y sus jardines (fotos).
Una vez en el templo visité todos y cada uno de sus pabellones, todos de grandes dimensiones, eché unas monedas delante de la imagen de espectaculares Budas, tomé muchas fotos y me puse a observar la gente que realmente es la que hace de éste un lugar tan especial. Escuché música a lo lejos y me dirijí al sitio para ver que ocurría, eran unos ancianos japoneses muy molones que bailaban de manera muy organizada, tocaban acordes con instrumentos tradicionales y cantaban al mismo son. Me recordaron a los dibujos animados japoneses de mi época (fotos).
Me adentré en muchos de los pequeños callejones del barrio y pude palpar el estilo de vida de este barrio, nada que ver con otros barrios de Japón, diría que es mas tradicional y no tan frenético!! Me cruzaba con numerosos ancianos que no dejaban de fumar, con tantos y tantos carritos tradicionales japonesesen los que una persona tira del carro, en fin, un instante de locura!!
Me senté en uno de los muchos sitios donde te sirven comida y bebida (no se si llamarlo bar o restaurante) todos en la calle y tapados con un plástico transparente y numerosas lamparas japonesas, y pedí una cerveza Kirin y un plato de Yakitori, mi primer plato japonés.
Compartí mesa con dos señores que se atiborraban a Sake y con un grupo de chicas japonesas que no dejaban de hablar ni un segundo, bebían birra y te, y todas y cada una de ellas me dijo la misma frase «Itadakimasu«, recordé por un momentoque significaba buen provecho.
De vuelta al hostal volví a atravesar la gran Puerta Kaminarimon y al final pude observar el alboroto y la locura de las típicas School-girls japonesas, lo cual me llamó mucho la atención, y si, para responder a la curiosidad y a preguntas de muchos, he hecho unas fotos!!
Puse rumbo al hostal para descansar unos segundos para así dirigirme al barrio de Shibuya, donde me llevaría el segundo y todavía mas intenso «shock».