Por fin vuelvo a una de las ciudades japonesas donde me encantaría poder vivir, se trata de Kyoto, una ciudad maravillosa, no solo por ser cosmopolita, sino por su patrimonio histórico, artístico, pero sobretodo arquitectónico. Esta ciudad, ademas de contar con las mas antiguas «casas del te» frecuentadas por auténticas geishas, Kyoto está repleta de templos y santuariosy es imprescindible visitar y disfrutar de sus escenarios y de la paz y tranquilidad que se respira.
En este post hablaré poco, ya que Nijō-jō no se puede describir con palabras, mas bien os dejo con una selección de las mejores fotos donde podréis observar algunos de sus maravillosos rincones.
Antes un poco de historia y alguna curiosidad sobre Nijō-jō. Ubicado en el noroeste de Kyoto, data de principios del siglo XVII y sirvió como residencia al primer shogun Tokugawa. La puerta Kara-mon me sorprendió por su ornamentación de estilo chino, está hecha de madera y recubierta de pan de oro. Ya en el interior, y atravesando galerías de madera, observe todas y cada una de las salas donde maniquíes vestidos de samurai representas el día a día en la corte. En sus paredes se pueden apreciar fascinantes pinturas de la escuela Kano.
Una de las curiosidades y características del castillo es el denominado suelo de ruiseñor, colocado a propósito para que al pisar los clavos se rozaran entre si para chirriar, advirtiendo de la presencia de intrusos. Una pena que esté prohibido grabar y hacer fotos en el interior.
En el exterior y siguiendo con la visita en Nijō-jō me tiré un par de horas caminando por los inmensos jardines del palacio Ninomaru, observando TODO, desde los diferentes tipos de rocas, a sus construcciones y colores de los árboles. Quiero compartirlo con vosotros!